A principios del siglo XX se construyeron dos varaderos junto a los ferrocarriles: uno para uso público y otro para embarcaciones y obras portuarias. Cada uno tenía tres cuerpos, uno central destinado a sala de máquinas, y dos lados para oficinas, utensilios y salas de personal. La ornamentación combina elementos modernistas e historicistas.
En 1989 se planeó su restauración pero, debido a su mal estado, fue elegido para la demolición y posterior reconstrucción. El nuevo edificio conserva el mismo aspecto exterior que el original y es un icono de la arquitectura modernista valenciana. Tiene una recepción elegante, numerosas habitaciones y una gran terraza con vistas al muelle interior.